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Hay un subgénero de literatura sobre psicología de tipo “asustaviejas”, que advierte contra la legión de psicópatas, maquiavélicos y demás fauna explotadora en términos patologizantes: en realidad, ser manipulador está al alcance de cualquiera, así que, aunque no haya tantos perfiles psicopáticos como se suele creer, es frecuente encontrarse por la vida con alguna persona marcadamente egoísta sin excesivos escrúpulos morales que se conocen también como personas manipuladoras o manipuladores emocionales.
Hay que tener en cuenta antes de entrar en materia, que hablar de manipulación implica una intención deliberada: muchos de nosotros tenemos interiorizadas ciertas conductas indeseables o desadaptativas que ponemos en marcha en forma automática y que se suelen etiquetar como manipulaciones – en terminología de Análisis Transaccional serían juegos psicológicos -. Estas tendencias, producto de ciertos aprendizajes, una vez evidenciadas pueden prevenirse y desaparecer. La manipulación emocional es una estrategia intencional que persigue obtener beneficios de otra persona, por lo que es más complicado que se desee renunciar a ella. Al apoyarse en la credulidad de la mayoría, suele dar resultados, por lo que abandonarla puede ser tan costoso como dejar de fumar. No es tan sencillo darnos cuenta de que estamos siendo utilizados y de que estamos tratando con personas manipuladoras, especialmente si nos resulta difícil “pensar” en estos términos.
Las personas manipuladoras son indistinguibles de cualquier otra persona en su presentación social. Un manipulador emocional suele mostrarse encantador en los primeros contactos, como la mayoría, y aparentar ser una persona sensata, con valores morales fuertes e incluso sensible o empática. Sabe cómo hacerlo, es un camuflaje o una capa de barniz, se sabe bien las reglas del juego social. Además, no necesita manipular a todo el mundo, obviamente. Los buenos manipuladores emocionales son inteligentes, por lo que pueden resultar muy atractivos. Es muy posible que intente mimetizarse contigo, es una forma efectiva de crear conexión. No te hagas ilusiones: cuando aparezca en tu vida es probable que ya tenga un plan para ti.
Habitualmente, la manipulación se ejerce desde la posición de víctima. Suele haber una triste historia de la infancia, un pasado difícil, mala suerte en la vida, algo – verdadero en general – que justifica los comportamientos inadecuados o desconsiderados. La persona manipuladora apelará a causas como el miedo o la culpa, que despiertan sentimientos de comprensión por parte del otro, para excusarse, y paradójicamente vas a acabar sintiéndote tú culpable de haber sido “poco empático” con las consecuencias de su “trauma”.
Porque solo hay lugar para sus deseos y necesidades. Si le cuestionas o le pides algo, se “sentirá presionado”, te va a señalar como controlador en cuanto intentes poner sobre la mesa tus intereses. El manipulador emocional no ve la necesidad de dar explicaciones, se sentirá atacado con facilidad y desde luego, las disculpas que va a ofrecer serán insuficientes y superficiales. Esta técnica da mejor resultado cuanto más respetuosa sea la víctima de la persona manipuladora con el espacio personal, ya que invadir, forzar o coaccionar son conductas que identificará como intolerables. Le ha dado la vuelta a la tortilla y de nuevo te vas a sentir culpable.
Una característica importante en la interacción con manipuladores emocionales es que exponen muy poco. Su discurso es confuso y evitativo y las motivaciones, ambiguas. Pocas veces afrontan claramente una cuestión importante: sus opiniones o criterios fluctúan o no están suficientemente explicados. Dan lugar a múltiples interpretaciones, dejando así asideros para sostener una cosa y la contraria. Te dirán una cosa y la contraria. No hay mayor inconveniente en usar la mentira – y si no son muy hábiles, vas a detectar incoherencias -, te van a aconsejar lo que tienes que hacer y juegan a la contra: van a esperar a que “muevas” tú. Las personas manipuladoras tienen tendencia a usar la comunicación paradójica, lanzando elogios tibios o poco convincentes, entremezclados con alguna crítica descalificadora camuflada.
Es importante estar atento a aquello que critiquen, porque puede ser precisamente tu mayor virtud o aquello que envidian. Las personas manipuladoras prometerán cosas que después no cumplirán por algún motivo ignoto: las tácticas dilatorias están a la orden del día. Si empiezas a sentirte desorientado y tu confianza se resiente, cuidado.
Es frecuente que el manipulador apele a la libertad personal, que se etiquete como caprichoso, egoísta o que “va a su bola”; está avisando de que su nivel de compromiso es tirando a nulo. No va a comprometer mucho en sus relaciones y por ello, su red de amistades es más bien reducida y dispersa, y de baja intimidad. Los manipuladores emocionales no es raro que se quejen de escaso apoyo social, no poder contar emocionalmente con nadie o no tener amigos “reales”.
Lo cual es, obviamente, producto de esta forma insana de explotación de los demás, aunque es raro que nadie esté completamente solo: puede que tengan amistades superficiales o «estratégicas», personas que marquen distancia emocional, anteriores víctimas o que tengan detectada esta característica y no les importe. Contra lo que pudiera parecer, un manipulador puede estar años contigo – como pareja, amigo, colega o socio -; todo depende de si considera que sigues siendo útil y de la capacidad del manipulado para percibir o tolerar estas actitudes.
En realidad, por mucha apariencia de independencia que muestren, las personas manipuladoras distan mucho de ser autónomos: como todos, necesitan de los demás para sobrevivir y carecen de la capacidad de vincularse de manera sana, respetuosa y amorosa. Lo que, en el fondo, les hace ser aún más dependiente: no deja de ser una posición de inferioridad que genera mucha inseguridad y desvalorización interna. Para protegerse de los efectos dañinos de este tipo de actitudes, es importante poder tomar distancia, ya sea física o emocional.
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