
El burnout o síndrome del quemado
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La capacidad de la psique humana para generar ideas, fantasías o historias es no solo desbordante sino incontrolable en muchas ocasiones. La mente está permanentemente conectada y funcionando en modo automático, por lo que el flujo de pensamientos es continuo, un río que puede parecer incoherente en su discurrir y en el que solemos pescar de vez en cuando. Si lo que pescamos es inesperado, chocante o perturbador, puede que nos aferremos al fenómeno de tal manera que estemos sentando las bases de un futuro trastorno obsesivo.
Las ideas obsesivas están en el fondo de un nutrido número de trastornos mentales, pero en general están relacionadas con una fijación o rigidez del pensamiento – ya sea por la sorpresa, la sensación de amenaza o la necesidad de eliminar la incertidumbre – que resulta en un malestar psicológico significativo. Hay que reconocer que en este ámbito no ayudan mucho los manuales diagnósticos al uso, ya que los trastornos principales asociados a la obsesión tienen un nombre casi idéntico a pesar de ser bastante diferentes.
El archifamoso trastorno obsesivo-compulsivo o TOC está incluido dentro del grupo de alteraciones del estado de ánimo, dadas las elevadas cotas de ansiedad que puede llegar a producir. Quienes lo sufren viven con un intenso miedo la aparición de una idea obsesiva en su mente, relacionada con algún tipo de catástrofe como enfermar, morir o sufrir daño – podría decirse que se asustan de lo que su propia mente produce -. Lógicamente, una idea tan llamativa como pueda ser “saldré a la calle y atropellaré a alguien” es bastante complicada de pasar por alto, así que una primera reacción es tratar de luchar contra ella para ignorarla o eliminarla. O bien compensarla realizando alguna otra actividad destinada a neutralizarla. Esta sería la parte “compulsiva” del trastorno; la persona intenta aliviar la ansiedad mediante un ritual tranquilizador, que puede estar relacionado con la idea obsesiva – me lavaré las manos para no contagiarme al dar la mano a desconocidos – o no tener nada que ver – si no piso los bordes de las baldosas nadie sufrirá un accidente -, y que necesita realizar con urgencia.
El problema esencial de esta solución es que el alivio dura muy poco tiempo; la tranquilidad momentánea no es rival para una idea obsesiva tan preocupante y que ocupa un lugar tan importante en la vida de la persona. En realidad, lo que convierte este fenómeno en patológico es la enorme cantidad de tiempo que se invierte en estos “rituales de protección” y el deterioro que suponen para la vida cotidiana. Por muy extraños que parezcan desde fuera estos comportamientos y se hayan hecho algunas comedias sobre el asunto, lo cierto es que quien lo padece sufre muchísimo y se siente impotente ante el poder de la obsesión que aparece en su pensamiento. Aunque sepa que es excesiva e irracional, el profundo miedo que inspira es muy potente y la ansiedad es el estado habitual de alguien con TOC.
El otro trastorno que se llama casi igual es el trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad y no hay que confundirlo con el TOC. De hecho, aunque es posible que una misma persona sufra los dos, no es lo más habitual. Como en todos los trastornos de personalidad, estamos hablando de un patrón consistente de comportamiento – en otras palabras, la persona “es” obsesiva en su conducta habitual – y su característica fundamental es la rigidez. Estamos hablando de personas demasiado preocupadas por el orden, la perfección y el control sobre todos los aspectos de la vida, por lo que podemos sospechar que debajo subyace un miedo excesivo a aquello impredecible, incontrolable y desordenado.
Estamos hablando del típico caso de aquellos que sufren si su biblioteca no está ordenada por autores, colores, temáticas o ediciones, de los que se han leído entero el manual de uso del lavavajillas y conocen todas las opciones de lavado, o los que escriben listas en hojas de cálculo con datos sobre cada una de sus tareas pendientes con todo lujo de detalles. Este amor – más propiamente obsesión – por el perfeccionismo les puede causar un malestar tremendo, entre otras cosas porque la perfección es imposible de alcanzar, claro. Por supuesto, no tienen tiempo para banalidades como el descanso o la vida social, tareas consideradas no productivas. Suelen resultar bastante inflexibles en cuestiones de ética o valores, tienen las ideas muy claras y ordenadas y no soportan la más mínima desviación. Delegar les cuesta horrores, pues no consideran que los demás sean capaces de poner tanto cuidado y atención como ellos en realizar tareas de la única manera posible: la suya.
El trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad lleva a situaciones vitales paradójicas, puesto que a pesar del inmenso esfuerzo que la persona invierte en ser lo más perfecto posible, dedica demasiado tiempo a detalles superfluos, suele perder de vista el objetivo fundamental de los proyectos en que se involucra y, por tanto, acaba perdiendo eficiencia. Efecto del que se da perfecta cuenta y trata de compensar … esforzándose todavía más y agravando por ello el problema. Suelen aparecer en consulta agotados y desesperados porque su solución no les funciona; en este caso se trata de flexibilizar, abandonar el ideal de perfección o al menos tomarlo como lo que es, un estereotipo, y darse permiso para el error, la pieza desordenada y la incertidumbre que el trato con los demás nos condena a tolerar.
Cuando la persona con trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad es capaz de aflojar sus rigideces, la mejora es rápida y evidente, pues este cuadro de hábitos de conducta es básicamente la exageración de comportamientos muy útiles, apreciados y valorados socialmente – el esfuerzo, el afán de superación, la meticulosidad -. Todos estos recursos son inapreciables en su justa medida y por ello, al perder rigidez se refuerza la sensación de control auténtico, aquella en la que no necesitamos supervisar hasta el más mínimo detalle. Por el contrario, en el caso del TOC (trastorno obsesivo compulsivo) la confianza de la persona en su capacidad para manejarse por el mundo se encuentra bajo mínimos, por lo que la tarea supone reconstruir un sentido del yo más realista y centrado en recursos y habilidades para convivir con la incertidumbre y dejar pasar los pensamientos desajustados sin la necesidad de compensarlos con una compulsión. Asustarse de la propia mente es muy diferente a ser inflexible.
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