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Aunque a cualquiera de nosotros le gustaría que le tratasen con amabilidad y empatía, existen situaciones sociales en las que podemos llegar a experimentar auténtico malestar y enfado cuando somos objeto de este tipo de atenciones. El arte de la comunicación humana es muy sutil, y si no tenemos problemas para detectar lo que Watzlawick llamaba el nivel de relación, es decir, el contexto que aporta significado concreto a las palabras que uso, es fácil que me dé cuenta de que en ocasiones esta amabilidad es fingida y no real. Estoy ante un caso claro de condescendencia, una modalidad de interacción comunicativa especialmente peligrosa y más frecuente de lo deseable entre los psicoterapeutas.
Carl Rogers ya dejó claro que una de las habilidades esenciales de un terapeuta debía ser la autenticidad; es imprescindible que el profesional esté conectado con lo que la sesión el transmite, con sus propios pensamientos y emociones, y no tenga problema en mostrarse transparente. Fingir una empatía que en realidad no está sintiendo nos colocaría en el terreno de la condescendencia, y sería dañino para el vínculo terapéutico. Ahora bien, lo que aplica para un psicólogo profesional puede servir tranquilamente para mejorar nuestra capacidad de comunicación en la vida “fuera de consulta”.
El caso es que la condescendencia tiene, al menos en español, una sola acepción positiva. El latín condescendere significa descender para colocarse en la posición del otro; hace referencia por tanto al hecho de mostrar amabilidad accediendo a la voluntad de otro. En otras palabras, si yo soy capaz de consentir algo a otro de buen grado, estoy siendo condescendiente. Es muy llamativo que no se recoja el uso negativo de esta habilidad, dado que está profundamente extendido en todos los niveles sociales; cuando esa disposición se convierte en fingida y parte de una base de supuesta superioridad, o está destinada a remarcarla, la condescendencia va a dañar la relación a poco que la otra persona sea perceptiva.
Ejemplos de condescendencia que podemos encontrar a cientos en los distintos ámbitos de las relaciones sociales en los que predomine la desigualdad. Hay condescendencia en el fenómeno bautizado como mansplaining, donde un hombre siente la irresistible necesidad de explicarle a una mujer algo que ella ya sabe perfectamente, “adaptándolo” para que “pueda entenderlo”. También hay condescendencia en la manera que tratamos a cualquier individuo que pertenezca a un colectivo percibido como “inferior”: a los niños los solemos interpelar como si los pobres tuvieran algún tipo de impedimento psíquico, cuando en realidad su falta de maduración cognitiva la compensan con una sintonización emocional muy superior a la adulta. Huelga decir que esta situación bordea ya la vergüenza ajena cuando el niño en cuestión ya tiene más de trece años.
Somos condecendientes también cuando juzgamos con paternalismo a personas de culturas ajenas, especialmente si proceden de países subdesarrollados o en vías de desarrollo; el discurso que hace responsables de la situación delicada de su país a la inferioridad intelectual de su población hizo fortuna hace aproximadamente un siglo y medio y aún no nos hemos librado de él. Por supuesto, esta superioridad la dirigimos hacia aquellos que viven en la pobreza, cuestionando la manera en la que viven y las decisiones que toman sin caer en la cuenta de que están forzados a sobrevivir diariamente sin poder planificar para el futuro. Incluso cuando teorizamos sobre las supuestas intervenciones de alienígenas en la construcción de las pirámides egipcias estamos siendo condescendientes con los humanos del pasado, juzgándoles incapaces de estas hazañas de ingeniería. No, los egipcios no tenían ninguna tara que los hiciera más tontos que nosotros, ni ellos ni ninguna cultura del pasado; la tecnología no es un indicador de capacidad cognitiva.
A pesar de vivir rodeados de condescendencia y ser capaces de detectarla – nuestras emociones, en concreto la rabia, son de bastante utilidad para ello – puede adquirir formas bastante sutiles y pasar desapercibida, por lo que sus efectos a largo plazo resultan muy destructivos. De hecho, no estamos libres de caer en este tipo de actitudes, muy especialmente cuando tratamos con víctimas de alguna clase.
Ante una persona que ha sufrido algún tipo de maltrato, sea físico o psicológico, accidental o intencionado, o se halle en cualquier situación de vulnerabilidad – como puedan ser las personas mayores, por ejemplo -, la respuesta más humana consiste en atenderla y ayudarla a paliar, compensar o reparar el daño sufrido. Sin embargo, la tentación de ir un poco más allá y adoptar una posición de sobreadaptación tratando de adelantarme a la necesidad del otro sin siquiera preguntar si lo desean es muy grande haciéndonos ser condescendiente.
Entramos así en interacciones comunicativas perniciosas, lo que Karpman definió como el triángulo dramático dentro de los juegos psicológicos: cada jugador adopta inconscientemente un rol que sostiene estos intercambios perjudiciales. En este caso habríamos tomado el rol de Salvador, llamado a rescatar a cualquiera de sí mismo, me lo hayan pedido o no. La contrapartida de esta condescendencia es el mantenimiento del otro en la posición de Víctima, desde donde fomentamos la compasión, la queja y en última instancia un malestar psicológico importante derivado de concebirse dependiente e incapaz de salir adelante por sí mismo.
En el ámbito de la violencia de género no es infrecuente ver a medios, opinión pública, asociaciones o profesionales tratar a las mujeres víctimas como si sufrieran algún tipo de impedimento o incapacidad para llevar una vida adulta. Y esto es un error. Un error gravísimo, aparte de una mala práctica terapéutica: las víctimas de violencia machista son perfectamente capaces de tomar decisiones y tienen las mismas capacidades cognitivas y emocionales que cualquiera de nosotros. El apoyo que necesitan ha de estar orientado a recuperar la autonomía, la seguridad en sí mismas y la autoestima. Ni más ni menos que el mismo objetivo que cualquier proceso terapéutico; emancipar personas. Lo mismo aplica a la atención a los ancianos; que alguien necesite un andador para desplazarse no significa que no pueda ser autónomo para pensar, decidir y realizar otras actividades como el ser humano adulto e inteligente que es.
En la medida en que nos podamos librar de esta vertiente negativa de la condescendencia y comencemos a tratar a cualquier otra persona con el respeto debido, como si fuera nuestro semejante, los resultados que vamos a obtener de nuestra interacción con los demás serán mucho más satisfactorios e incluso sorprendentes. Pocas sensaciones son tan agradables e inspiran tanto reconocimiento como sabernos tratados de igual a igual por otro ser humano.
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Especialidades: Terapia individual, Trauma, violencia de género, Terapia familiar
Psicóloga y psicoterapeuta humanista (Núm.Col. 16.934) Licenciada en Psicología (UB 2004), Doctorado en Personalidad, Desarrollo y Comportamiento Anormal (UB 2008), Máster en Terapia Cognitivo Social (UB 2009), Máster en Psicoterapia Humanista Individual y de Grupo (Instituto de Interacción 2014). Especializada en tratamientos avanzados para el trauma psicológico: Psicoterapia y Reprocesamiento del Trauma (Instituto Alecés 2016), Brainspotting I y II (Instituto Alecés 2016) y Psicoterapia Sensoriomotriz. Desregulación afectiva, defensas de supervivencia y memoria traumática (Sensoriomotor Psychotherapy Institut e Instituto Carl Rogers 2017). He realizado actividades de investigación, formación e intervención psicoterapéutica en diferentes ámbitos (conducta violenta, violencia de género, fibromialgia, terapia familiar, discapacidad, trastorno mental grave, grupo de ayuda mutua y crecimiento personal, entre otros). Durante el 2017 participé en el equipo de investigación de la UOC en el proyecto Escola Nova 21 sobre nuevas pedagogías. Autora de varios artículos científicos en el ámbito de la psicología clínica, he sido premiada por el estudio “Personalidad y psicopatología en menores infractores” por el Centro de Estudios Jurídicos y Formación Especializada. Atiendo exclusivamente online.
Especialidades: Terapia individual, coaching, ansiedad, depresión
Soy Psicóloga y Psicoterapeuta humanista. Colegiada nº 22102 por el Colegio Oficial de Psicólogos de Cataluña y acreditada como Psicóloga General Sanitaria por la Generalitat de Catalunya. El grado en Clínica me dio las bases científicas para ejercer mi profesión con rigor y bajo preceptos científicos. El máster realizado en el Instituto Fromm, me dio la oportunidad de ampliar técnicas terapéuticas que me permiten tratar a mis pacientes de forma holística. Aparte de mi amplia experiencia como psicóloga y psicoterapeuta, dirijo proyectos en empresas privadas sobre estrategias en manejo de equipos, análisis de comportamiento grupal e individual e ideación y desarrollo de investigaciones cualitativas relacionadas con las tendencias del comportamiento humano ante determinados productos y servicios, así como en la construcción de relaciones personales y profesionales. En mi tiempo libre asisto a Congresos, amplío experiencias con otros profesionales del sector y colaboro en diferentes centros dando charlas sobre temas específicos, como crecimiento personal, adolescencia y crisis de identidad, qué hay detrás de la apatía y un largo etcétera de temas que son de gran interés y forman parte de nuestra vida y de la vida de las personas que nos rodean. Atiendo exclusivamente online.
Especialidades: Infantojuvenil, Terapia de pareja, Terapias contextuales
Psicoterapeuta especializada en el ámbito clínico (COPC nº 32008) y graduada en pedagogía. En el ámbito de la psicología clínica he realizado un máster en terapias contextuales y mi enfoque incluye terapias como la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), la Activación Conductual (AC) o la Terapia Dialéctico Comportamental (DBT).
Algunas de mis áreas de especialización son la depresión, ansiedad, conflictos relacionales, autoestima, y terapia infanto-juvenil. Mi objetivo es acompañar a las personas para que logren construir una vida plena y con sentido.
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Especialidades: Ansiedad, depresión, TOC, trastornos de personalidad
Psicóloga (Colegiada COPC nº 30079) y psicoterapeuta especializada en el ámbito clínico. Máster en Psicología Clínica en la Universidad de Utrecht en los Países Bajos. He vivido en Holanda 3 años, durante los cuales estudié el máster y trabajé como psicóloga en la Clínica Privada Ravellaan, proporcionando psicoterapia en inglés, español y catalán. Experiencia con ansiedad, depresión, trastorno obsesivo compulsivo (TOC) y trastornos de la personalidad (TOC y trastorno límite). En mi tesis del máster investigué sobre trauma y rituales colectivos, y su posible implicación en la reactivación del trastorno por estrés post-traumático y de los procesos de duelo en individuos de la primera y tercera generación desde la Segunda Guerra Mundial. Atiendo en modalidad presencial y online.
Especialidades: Infantojuvenil, Terapia de pareja, Terapia familiar
Describo mi orientación terapéutica como ecléctica con un enfoque humanista. Soy Licenciada en Psicología y durante el Máster me especialicé en psicoterapia infantil y adolescente con un sólido enfoque de psicología del desarrollo. Trabajé en un departamento de psiquiatría infantil en un importante hospital de Turquía y adquirí mucha experiencia con niños con trastorno del espectro autista. También soy evaluadora certificada de WISC-IV (Prueba de inteligencia para niños) para medir su grado de desarrollo y brindarles el apoyo y la dirección adecuados. Especialista en Terapia de Juego, Terapia Cognitivo Conductual para jóvenes (TCC) y Terapia Familiar. Actualmente, estoy completando un doctorado en consejería de parejas desde la Terapia Narrativa (psicoterapia de tercera generación) para abordar cualquier problema relacional o conflicto. Algunas de mis áreas de especialización:
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Estudié Psicología para poder acompañar a las personas en la mejora de su bienestar y en su proceso de crecimiento personal. Psicóloga colegiada por el COPC (nº 30.030) y licenciada en Criminología (UB, 2015). En el ámbito de la psicología clínica, tengo formación en técnicas de relajación para tratar bloqueos y traumas, en herramientas de intervención terapéutica con niños y adolescentes con Trastorno del Espectro Autista (TEA) y un máster en Intervención psicológica en niños y adolescentes. Para ampliar mis conocimientos en el campo de la psicología forense, realicé un curso de Especialización en Entrevista Psicológica en casos de maltrato y abuso sexual infanto-juvenil. Atiendo en modalidad presencial y online.
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Psicólogo General Sanitario (colegiado COPC nº 21.430) y psicoterapeuta. Máster en Psicoterapia Humanista Integradora (Instituto Erich Fromm, 2015). Postgrado como especialista en Terapia Sexual y de Pareja (UB, 2018). Curso un doctorado en Psicología y Salud por la UOC sobre relaciones a través de aplicaciones de citas. Amplia experiencia como terapeuta individual y de pareja, especializado en ansiedad, relaciones de pareja y terapia con adolescentes. Colaboro con diversas entidades como formador y docente. Tutor de prácticas de estudiantes de Psicología (UNED, UOC) y de diversos Masters (UB, ISEP). Profesor colaborador del Grado de Psicología en la UOC. Ingeniero superior de Telecomunicaciones, con 20 años de experiencia profesional como consultor de proyectos IT. Colaboro con proyectoART como psicoterapeuta. Escribo en el magazine digital JotDown en temas relacionados con la psicología. Atiendo en modalidad presencial y online.
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7 comentarios en “El lado oscuro de la condescendencia”
esperamos explicaciones y encontramos condescendencia .Es muy fácil para los profesionales que no se quieren involucrar
me ha sorprendido bastante el uso de la condescendencia y también que la mayoría de nosotros la aplicamos sin saber que probablemente lo hagamos mal, me ha gustado mucho el reportaje
Excelente el artículo y el enfoque sobre las desigualdades. Por más contenido así en internet!
Gracias. Me ha ayudado mu ho a comprender porque me sentía tan mal al lado de una persona que apreciaba y que sentía me daba un mensaje contradictorio. Si pero no. Eres fuerte pero me das penita. Ayudarte en tú mejor versión es salvarte de ti mism@. NO gracias, esta ayuda disfrazada de condescendencia es una manzana envenenada.
Noe, me alegro mucho de leer tu comentario, ayudar da sentido a lo que hacemos. Felicidades, porque seguro que lo sabrás detectar y evitar en próximas situaciones. Un abrazo y muchísimas gracias por tus palabras.
Otro lado oscuro de condescendencia muy frecuente es tratar de ayudar a personas con alguna discapacidad física, ya sea para expresarse ante alguien o para realizar movimientos propios del entorno donde se desplazan, sin que ellos lo soliciten, tratándolos con manifiesta piedad, pensando que con ello realizamos un buen acto de humanidad. Esto les molesta, ya que lo que desean es que los vean y los traten como iguales, pues esto les da mas seguridad. Por favor, no lo hagamos, a menos que sea muy necesaria nuestra intervención o a petición expresa.
Somos condescendientes, también, cuando por ejemplo, engañamos a nuestra pareja y luego le decimos “¿pero no te das cuenta de que tú necesitas algo mejor?”, o somos condescendientes con nuestro compañero de trabajo cuando le decimos “pero no ves que tus hijos te agradecerán que tu estés más tiempo en casa con ellos? Por eso mismo he cogido yo todo ese trabajo tuyo, y eso hizo que me asciendan, pero imaginate a mis pobres hijos, no tendrán a su padre como los tuyos a ti”.
La condescendencia tiene dos caras, y a mi entender, me cuesta ver el lado positivo de las mismas, ser condescendiente me parece una verdadera miseria humana, una falsa posición de amabilidad y empatía, cuando nadie elegiría que sean condescendientes con nosotros, y al mismo tiempo clavarnos el puñal en la espalda.