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Es frecuente al tratar problemas de pareja en terapia que en algún momento aparezca la etiqueta de emocionalmente dependiente, o dependencia emocional. Cuando lo que se está valorando es la ruptura de una relación que la persona sabe insatisfactoria o perjudicial, pero a la hora de tomar una decisión aparecen elementos emocionales bloqueantes, es habitual que las personas se definan de esta manera. Estos factores recurrentes serían un intenso miedo a la soledad, la necesidad de vincularse con otra persona y la idealización de la pareja actual. Todos ellos, por cierto, de origen interno – paradójicamente el otro no tiene mucho que ver en esto –. Por supuesto, también aparecen cuando la otra persona nos ha dejado y estamos atravesando el consiguiente duelo; hay una tendencia a catalogar erróneamente nuestra tristeza y decepción como dependencia emocional.
Si bien muchos de nosotros nos hemos visto en este tipo de situaciones a lo largo de nuestra vida amorosa, hay que tener cierta precaución antes de ponerse esta etiqueta. En psicología la dependencia emocional se relaciona con el trastorno de personalidad dependiente: aunque no apunta exclusivamente a las relaciones de pareja, sí define un patrón de comportamiento en el que la persona necesita que se otros se ocupen de ella, adoptando una actitud sumisa y creando relaciones de dependencia. El temor al abandono está presente, pero no es definitorio por sí mismo – el trastorno límite de personalidad también lo tiene como característica -, sino la estrategia para afrontarlo; la persona dependiente buscará con urgencia una relación sustitutoria.
Sin embargo, estaríamos hablando de un caso extremo; la mayoría de las personas no presentan una patología, sino que experimentan estos síntomas en momentos puntuales de su vida. Hay que tener en cuenta también que hay diferentes grados de intensidad antes de diagnosticarnos un trastorno de personalidad, y que hay quienes presentan más tendencia a sufrir este tipo de malestar psicológico.
¿Cuáles son las causas de la dependencia emocional? Lo cierto es que está bastante discutido, aunque muchos autores colocan el inicio en la infancia, cuando el pequeño ser humano comienza a desarrollar sus habilidades para establecer relaciones afectivas. En lo que respecta al estudio de la dependencia, la figura destacada es Bolwby y su teoría del apego (Ainsworth y Bolwby, 1991; Bolwby, 1969-82). La idea central implica que en función del estilo personal y de la experiencia con las figuras de apego principales de la persona, cada individuo desarrolla un tipo de apego distinto.
Bartholomew y Horowitz (1991) descubrieron que el estilo de apego predecía la respuesta ante una separación, y que tenía similitudes con las reacciones de niños pequeños a la hora de afrontar una separación de la madre. Como resultado de sus investigaciones, identificaron cuatro estilos distintos de apego, que se relacionan con las dimensiones de ansiedad y evitación, y que corresponderían a posiciones existenciales básicas sobre nosotros mismos y los demás.
El estilo más deseable sería el apego seguro, puesto que previene la aparición de dependencia emocional (Valle y De la Villa, 2018). La persona que establece relaciones afectivas seguras parte de la base de que ella está bien y los demás también: esta confianza le permite mostrar una baja ansiedad y una buena apertura a la intimidad como forma de resolver problemas de relación. Mantienen un sano equilibrio entre necesidad afectiva y autonomía personal, lo cual no significa que no sufran ante una ruptura, sino que el pronóstico de recuperación es bueno.
Cuando la evitación es alta, nos encontramos ante un estilo de apego huidizo, que presenta dos variantes muy diferentes en función de los motivos que llevan a la persona a alejarse. El huidizo temeroso no sólo tiene una visión negativa de sí mismo, sino que piensa que los demás también están mal. Ante este panorama desolador, la solución pasa por disminuir la importancia de las relaciones y centrarse en otros ámbitos, puesto que la intimidad les hace sentir incómodos. Por el contrario, el huidizo alejado presenta un buen autoconcepto; su problema son los demás, a los que valora negativamente. Si tengo un bajo concepto de mi pareja es muy difícil que esté dispuesto a desarrollar una conexión auténtica con ella. Me bastaré conmigo mismo para cubrir mis necesidades afectivas. Sí, estamos ante un perfil egoísta e incluso con tendencias explotadoras, pero comparte con el temeroso esa evitación de un contacto cercano. Parece evidente que ninguno de estos estilos desarrolla dependencia emocional, dada su lejanía de todo lo que huela a intimidad real.
Así que el estilo de apego relacionado con la dependencia emocional sería aquel en el que la persona presenta una baja autoestima, desconfianza en su capacidad para sacar adelante una relación exitosa y constante preocupación porque su pareja cubra todas sus necesidades afectivas. Papel que le corresponde dado que, desde esta perspectiva, el otro sí es alguien adecuado. Como el individuo se coloca en esta situación de inferioridad, pero no evita la búsqueda de intimidad, las relaciones se viven con una elevada ansiedad, y de ahí el nombre de estilo de apego ansioso o preocupado. Las crisis de pareja se viven con gran sufrimiento y expresividad emocional en estos casos, y las rupturas pueden provocar un auténtico terremoto, con duelos intensos y prolongados.
En la práctica, lo más frecuente es presentar elementos de varios de estos estilos, aunque haya cierta tendencia a que predomine uno por encima de los demás. Por supuesto, cada relación es distinta, y en función del valor subjetivo que atribuya a mi pareja o del momento vital que esté atravesando, la posibilidad de vivirla desde la ansiedad puede aumentar. Un detalle importante es que los estudios realizados no indican una mayor predisposición por género a la dependencia emocional, aunque la edad influye en un estilo de apego seguro. En caso de estar excesivamente preocupado ante un posible abandono, experimentar frecuente malestar respecto a la relación o sentimientos de inseguridad, es muy probable que desarrolle dependencia emocional. En este caso una solución podría ser iniciar una terapia individual, enfocada en una doble vía: construir una visión de uno mismo más positiva, reforzando aquellos valores y habilidades personales más valiosos, por una parte, y ajustar la imagen de la pareja a un marco más realista y menos idealizado, por la otra.
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