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Victimismo, el justiciero permanente: vivir contra el mundo

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Parece una tendencia sólidamente instalada en las sociedades más desarrolladas una especie de abuso del victimismo o de la posición de víctima como palanca para las más diversas reivindicaciones consideradas justicieras. Si bien mostrar sensibilidad hacia aquellos que sufren o han sufrido situaciones reales de abuso es éticamente deseable, así como también mantener una sana posición de crítica social para prevenir injusticias – de lo que ya hablamos en otro artículo -, hay ciertos patrones de comportamiento que pueden acabar, partiendo de esta vía, siendo muy perjudiciales para uno mismo y los demás.

El victimismo de los ofendidos

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Por redes sociales o en la vida cotidiana podemos encontrarnos con personas con inclinación por indignarse por cualquier comentario – “ofendiditos” en algunos círculos – o situación que consideren que lesiona los intereses de alguien, de los cuales se erigen enseguida en defensores. En ciertos casos esta toma de posición puede llegar a ser bastante acalorada y la inicial actitud justiciera de victimismo terminar con un desagradable intercambio de comunicación subida de tono. En los países anglosajones se les conoce como Social Justice Warriors o concienciados – awaken en inglés –, radicalizados en mayor o menor medida.

Convencidos de la razón y la justicia de sus postulados, los justicieros suelen mostrar una agresividad en sus razonamientos refractaria a cualquier negociación o compromiso. Lo sorprendente en algunos casos es la desproporción entre la situación real de la persona y su conciencia de ser – o identificarse – con la víctima, sea ésta real o fingida. Cuando detectamos una desproporción entre la expresión emocional y las circunstancias del contexto vital de una personal, nos encontramos casi seguro ante una disonancia cuyo origen hay que rastrear en lo que el protagonista cree sobre sí mismo y el mundo que le rodea, producto de vivencias y aprendizajes anteriores, pasados por el filtro del propio temperamento – ambiente y genética -.

Posición vital, interna y externa

En Análisis Transaccional se suele hablar de las posiciones vitales, decisiones internas que cada persona toma a edades tempranas sobre cómo se ve a sí misma y a los demás, de las que hay cuatro genéricas posibles, en función de si me veo bien o mal – alguien digno y adecuado o, por el contrario, algo no está bien conmigo – y de si a los otros los veo bien o mal. La posición sana sería “Yo estoy bien, Tú estás bien”, mientras que cualquier combinación de las demás comporta patrones problemáticos de diferentes características. Lo podemos complicar aún más introduciendo una variable adicional, si diferenciamos la posición vital entre interna o externa. Es decir, nuestros comportamientos sociales pueden mostrar una posición vital diferente a aquella que interiormente experimentamos; este camuflaje social implica una dimensión adicional de desajuste que puede explicar patrones aparentemente incomprensibles.

Este perfil de justiciero correspondería a personas con una posición vital interna “Yo no estoy bien, Tú estás bien”, en la que hay una convicción íntima de encontrarse en posición de inferioridad, instalada en un malestar interno, oprimida por fuerzas exteriores que tienen la llave para solucionar sus problemas. Desde esta postura interna es fácil la identificación – o proyección en otros – con cualquier causa que suponga que individuos, minorías o colectivos sufran a manos de otros más poderosos. Es posible que se haya experimentado alguna situación injusta de alto impacto emocional, pero también puede ocurrir que se haya llegado hasta ahí desde una posición de egoísmo primario, convencida de que tiene derecho a obtener cualquier cosa que desee y se le está negando por pura y simple arbitrariedad. Estos últimos pueden ser individuos sobreprotegidos con baja tolerancia a la frustración; en realidad, existen muchas formas de llegar a una posición vital interna como esta, por lo que es muy difícil generalizar sin analizar cada caso concreto.

victimismo manipuladorLa posición externa puede ser totalmente diferente. En el caso de los justicieros sociales a tiempo completo, pueden llegar a mostrarse muy agresivos con aquellos que disientan de su visión de las cosas, por lo que podríamos hablar de un “Yo estoy bien, Tú estás mal” – por ejemplo, cuando se niega al otro el derecho a réplica u opinión en función de características involuntarias, como el origen, sexo o aspecto -. Un abierto contraste que pasa desapercibido para uno mismo, pero no para los que le rodean, que suelen quedarse con la idea de que con esa persona no se puede hablar, o que es demasiado “exaltada”.

Juegos psicológicos desde la Víctima

Las interacciones con el perfil de justiciero, especialmente en su terreno favorito – su causa, por decirlo así – suelen seguir una especie de mini-guión regular y predecible, que termina con un saldo negativo para ambas partes; esto es lo que se conoce como Juego Psicológico. Estos intercambios estereotipados y automáticos suelen iniciarse desde alguna de las tres posiciones dramáticas (Víctima-Salvador-Perseguidor), para girarse las posiciones más adelante. El favorito de estos perfiles justicieros empieza siempre desde la Víctima, y tiende a ser el conocido como “¿por qué me pasa esto a mí?”.

En él, el jugador justiciero victimista empieza como Víctima de una situación donde considera que no le aceptan, le desprecian o le critican – alguien externo que le oprime -; desde ahí realiza intentos para conseguir aliados con su victimismo manipulador– buscar quien le salve de los desagradecidos que lo maltratan -. En muchas ocasiones el “maltrato” no está claro – puede ser un suspenso, un plazo vencido, una decisión de la empresa con la que no está de acuerdo o similar – o se erige en defensor de alguien externo del que percibe que ha sido injustamente tratado – da igual que el afectado no se sienta así -. Instalado en esta llamada a quienes piensen como él, va a pasar a Perseguidor de todo aquel que no comulgue con este escenario o se atreva a disentir, los disidentes “están mal” porque colaboran para que le pase todo lo malo.

El justiciero victimista y sus relaciones

Estas actitudes excluyentes favorecen que la persona se aísle de cualquiera que no piense exactamente como ella, rechazando de plano el contacto con aquellos “heterodoxos” – o al menos, limitando muchísimo la comunicación, ya que muchos temas simplemente no se pueden tocar -, proceso que está por ejemplo detrás de muchas cacerías de brujas por Internet – la cancel culture – y de la tendencia a la fragmentación en bloques acríticos sin contacto con los demás. Desde fuera se la percibe como intransigente y agresiva, eternamente en pie de guerra buscando enemigos responsables de sus desgracias, por lo que a la larga se tiende a evitarla o “soportarla” como mal menor – evitación de la intimidad -.

Esta posición del justiciero victimista conlleva un alejamiento y generalmente una sensación de soledad o incomprensión que trata de compensarse uniéndose aún más solo a aquellos con los que no hay desacuerdos. Cosa muy difícil de lograr, así que es bastante probable que el justiciero vuelva a pelearse a no mucho tardar con alguno de sus antiguos aliados, que de pronto es etiquetado como opresor injusto.

Victimismo crónico

El trabajo terapéutico con el malestar de este tipo de personas pasa por mejorar la tolerancia a la frustración y flexibilizar la capacidad empática – no limitada a quienes etiqueta como víctimas -. Por otro lado, requiere un proceso de validación de la posición interna, incluida la sensación de soledad e incomprensión, entender cómo se ha ubicado ahí, y para qué, como punto de partida para una autocrítica sana desde la aceptación, y una visión más realista de su lugar en el mundo, abandonando la necesidad de luchar contra todos en cada momento – y reservarlo para los momentos en que corresponda con una situación de injusticia ajustada – y no desde el victimismo.

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