
El burnout o síndrome del quemado
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¿Quién no ha sentido celos alguna vez? ¿O se ha preguntado como controlar los celos? Una de las mayores amenazas para la estabilidad de las relaciones de pareja procede de una emoción tan universal como temida. En Otelo, Shakespeare ya plasmaba dramáticamente los extremos destructivos de dejarse llevar por la ira, uno de los elementos fundamentales de los celos. Debido a esta potencial peligrosidad y sus conocidos efectos, hoy en día existen corrientes de opinión que etiquetan los celos como algo indeseable que hay que reprimir y eliminar totalmente, siendo síntoma de debilidad y desequilibrio psicológico el más mínimo indicio de padecerlos.
Posición que, aunque comprensible, tampoco parece demasiado sana si atendemos al hecho de que los celos no dejan de ser una emoción y, por lo tanto, consustancial al ser humano. Las emociones ocurren en el cuerpo y son por ello señales de alerta – algunas, como es el caso, bastante desagradables -; sentir celos lo único que demuestra es que nuestro sistema de respuesta funciona. Como toda emoción, hay quien la experimenta de manera más intensa y quien apenas la percibe, pero potencialmente y salvo problemas fisiológicos o psíquicos graves, todos podemos sentirnos celosos.
¿Qué son los celos? Los celos pertenecen al grupo de las emociones complejas, puesto que son una mezcla de tristeza, miedo e ira provocada por una situación externa: la amenaza – real o supuesta – de una pérdida a manos de un tercero. Es por ello una emoción adaptativa (Fernández y Echeburúa, 2010). La pérdida puede ser muy diversa, desde la seguridad de nuestro puesto de trabajo a la de una persona o una relación amorosa, que es el caso que con mayor frecuencia nos viene a la cabeza. Es importante señalar que ese tercero en cuestión no tiene por qué ser una persona concreta, sino que puede tratarse de un grupo de amigos, de una afición o del lugar de trabajo; basta con que la persona sienta que su relación está en peligro cuando esta variable aparece. Los celos son además transversales; pueden aparecer tanto en relaciones monógamas tradicionales como en no monógamas. Por último, siempre hay un componente de ambigüedad: los celos aparecen cuando no está claro si esa pérdida se va a producir o no.
Entonces, si los celos son una señal del cuerpo que alerta de un peligro, ¿sirven para algo? En realidad sí, pues lo destructivo de los celos no es la emoción como tal, por incómoda que resulte, sino cómo reaccionamos a ella. La aparición de celos puede servir para mantener y proteger los lazos afectivos, o bien para establecer las reglas básicas de la relación frente a situaciones imprevistas, pero también desatar conductas de control y castigo que deterioren la relación, incluso llegando a la violencia en la pareja. Lamentablemente, no es nada raro optar por este segundo camino, con resultados que todos podemos leer en las noticias.
Otro aspecto interesante de los celos románticos es la diversidad por género; ¿es cierto que hombres y mujeres reaccionamos de manera diferente a las amenazas a la relación? Las evidencias apuntan a que sí, aunque hay dos teorías enfrentadas sobre las causas. La psicología evolutiva predice que los hombres tienden a estar más pendientes de las amenazas de tipo sexual, dado que ponen en riesgo la paternidad propia – se trataría de una adaptación para prevenir el “adulterio” de la prole – y las mujeres las de tipo emocional porque evolutivamente se orientan a proteger el apoyo del varón (Fisher 2004, Bendixen 2015). Sin embargo, aunque muy sugerente, no hay una evidencia clara de esto; la hipótesis del “double shot” (De Steno, Salovey 1996) indica que tanto unos como otras pasan de un tipo al otro rápidamente.
La teoría socio-cognitiva (Harris, 2003 a; Salovey y Rodin, 1984; Salovey y Rothman, 1991; etc,) asume que es la evaluación cognitiva que realizamos la que modula los celos que experimentamos, y que depende de factores internos y externos. Para entendernos, nos ponemos más celosos de aquellos que desafían algunos rasgos propios que son importantes y no nos gustan, evaluando al rival como superior – por ejemplo que sea más alto, guapo, inteligente o sociable -, o cuando decrece algún aspecto de la relación – mi pareja pasa muchas horas al móvil con esa compañera nueva de trabajo -. Los factores externos hacen referencia al contexto cultural o social: los valores sociales imperantes van a afectar a qué conductas se consideran inadecuadas y qué respuestas son aceptadas. No es el mismo contexto Irán que Suecia, por poner un ejemplo, aunque socialmente los roles de género influyen: al hombre le ha estado siempre más permitida la expresión de la ira y a la mujer la tristeza y el miedo.
Entonces, ¿es verdad que los celos son propios de personas poco trabajadas emocionalmente y con inseguridades propias? La respuesta es no. O, mejor dicho, no siempre. Los psicólogos distinguen entre celos reactivos, provocados por conductas de la pareja consideradas íntimas o ambiguas con terceros – por ejemplo, ocultar datos sobre encuentros con alguien – y celos sospechosos – también conocidos como celos patológicos, ansiosos o celotipia -, donde se anticipa una infidelidad imaginada de la pareja, aunque no haya indicios de conductas equívocas. El trabajo terapéutico en ambas situaciones para saber como controlar los celos es muy diferente, dado que en la primera es recomendable un enfoque más centrado en la dinámica de pareja, mientras que en el segundo el énfasis se pone en el trabajo individual. Iniciar una labor de terapia dirigida a mejorar el manejo individual cuando hay indicios claros de conductas sospechosas – o en bastantes casos, evidencias – puede llegar a ser totalmente ineficaz.
¿Cuál sería entonces la mejor manera de enfocar la aparición de los celos? En principio, se trate de un problema de celos reactivos o sospechosos, lo mejor sería ponerlo en común con la persona a quien tememos perder. A partir de aquí, hay ciertas consideraciones importantes: por parte de quien no tiene celos, procurar evitar responder con condescendencia, satisfacción o negar la importancia de los mismos, ya que suele agravar la irritabilidad y el resentimiento de quien está celoso, que se siente abandonado en su malestar. Por parte de la persona celosa, el peligro reside en las conductas de control, que si se extreman pueden llegar a asfixiar al otro, pues no dejan de ser una forma de coacción.
Cuando aparecen los celos en una pareja, del tipo que sean, es señal de que toca una definición de los límites de la relación, que ha de ser negociada y actualizable. No se trata tanto de ceder a presiones como de negociar un balance adecuado entre la seguridad que una relación proporciona y la libertad personal de la que todos necesitamos disfrutar en pareja. Hay dos dimensiones importantes que es necesario atender para saber como controlar los celos: una, si la persona celosa necesita trabajar su autoconcepto, hay que atender sus vulnerabilidades, y dos, explorar la posible presencia de celos retroactivos o situaciones del pasado que estén contaminando el presente. La psicoterapia es una buena opción para superar situaciones de celos, pero no hay una respuesta única y universal, sino que dependerá de cada caso. De todas formas, tener celos es algo propio de los seres humanos, y desde luego, no debe ser motivo de vergüenza ni de menosprecio.
Bibliografia
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