
El burnout o síndrome del quemado
El síndrome del quemado o burn out está muy extendido en entornos laborales, académicos y también en el ámbito de los cuidados. Te contamos qué
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Cada año por estas fechas los medios de comunicación ponen su siempre voluble atención en las ya clásicas pruebas de Selectividad; sin duda es un hito representativo en este trance de hacer exámenes, por la importancia que tiene para el futuro académico de muchos adolescentes. Pero no podemos quedarnos solamente aquí, puesto que cada uno de los estudiantes que la supere, si todo va bien, se enfrentará a varios años más de exámenes, mucho más difíciles de los que se encontrará en Selectividad.
En el mundo contemporáneo, la historia académica se ha alargado muchos años, al ritmo del crecimiento de la esperanza de vida y la complejidad de los conocimientos requeridos para muchas profesiones. Desde que pisamos la escuela primaria hasta que nos graduamos en un máster que habilite para ciertas profesiones pueden pasar la friolera de más de veinte años. Veinte años pasando por el ritual de los exámenes cada tres, seis o nueve meses. Sin exagerar, nos exponemos centenares de veces a una situación potencialmente muy estresante. Tanto que para algunas personas supone un sufrimiento y un pánico tan grande, que la fobia a hace exámenes es uno de los casos más comunes de este tipo de trastornos del estado de ánimo, un habitual en las consultas del psicólogo.
El miedo a suspender, hacer el examen mal, y por tanto fracasar, se desborda en numerosas ocasiones y podemos encontrarnos fácilmente inmersos en una espiral catastrófica donde nos vemos expulsados de la universidad, sin poder aprobar la secundaria, rechazados por los demás que sí han aprobado y teniendo que dedicarnos a mendigar por las calles. Uno de los terrores más frecuentes es el típico a “quedarse en blanco”; un temor justificado si tenemos en cuenta que una reacción corporal posible es la parálisis o bloqueo. Estamos así asustándonos de uno de los síntomas clásicos del miedo, por lo que paradójicamente facilitamos su aparición. Si la aversión es excesiva, se puede trabajar en terapia mediante diversas técnicas como la exposición al estímulo – se trata de habituarse a la situación de forma que podamos ver que la ansiedad no se sostiene mucho tiempo ni es tan grande como la imaginamos -, pero además hay una serie de precauciones que podemos tomar para encarar este trance de forma más realista y dejar de inflar el globo de la ansiedad y el temor.
Limitar los daños. Muy bien, supongamos que suspendes, o que no te llega la nota de corte. ¿Qué opciones tienes? ¿Hay más opciones, tienes alternativas? Es sorprendente la cantidad de gente con un currículum impresionante y que a la vez cuenta con un nutrido historial de suspensos, segundas oportunidades, auténticos golpes de fortuna – buena o mala -. ¿Qué importancia va a tener en tu vida futura que suspendieras un parcial de matemáticas en segundo de Bachillerato? Es importante relativizar las consecuencias de tener un accidente, un error de cálculo o un descuido: aunque mi carrera académica sea prioritaria para mí, en tantos años de pruebas es probable que me exponga a algún contratiempo. La buena noticia es que los patinazos que destruyen vidas a tan tempranas edades son muy escasos, por no decir inexistentes. Un examen puede ser importante, pero no determinante en tu vida.
Vas a pasar nervios. Al menos al principio. Sentir ansiedad antes de un evento como un examen es lo más normal del mundo, sobre todo en pruebas de acceso como la Selectividad, unas oposiciones o similares. Es una respuesta adaptativa y estará ahí para acompañarnos, así que más vale que nos acostumbremos a él y no le demos más relevancia que la que tiene, que es señalarnos una obviedad: que queremos conseguir pasarlo. Date permiso para estar nervioso, pero cuando te pongas con el enunciado, el miedo ha de apartarse a un lado y dejar que toda tu atención se concentre en lo que has venido a hacer. Si te pasas el examen monitorizándote por dentro, no estarás donde se te necesita.
Ajustar expectativas. Es necesario ser honesto con uno mismo a la hora de evaluar nuestras posibilidades. Si no hemos estudiado lo suficiente y llevamos medio temario cogido con pinzas, hay una probabilidad mayor de suspender. De hecho, este es el caso más preocupante ya que el resultado final es mucho más dependiente de factores externos a nosotros, por lo que la sensación de estar a merced de los elementos se agranda. Y efectivamente, aquí es imposible hacer pronósticos ajustados y hemos de tenerlo en cuenta. Si no hemos preparado el examen en absoluto y vamos a ver si suena la flauta, seguramente sufriremos muy poco, igual que si hemos preparado bien la materia y consideramos que la dominamos – excepto si somos propensos a pensamientos catastróficos -.
Tener un método. Es frecuente estar tan preocupado por nuestros nervios que se nos pasa realizar una evaluación detenida de los recursos de que disponemos. Hacer un examen va más allá de los primeros cinco minutos, pero la misma prisa que tenemos por pasar el trance nos puede jugar malas pasadas. Una hora o dos dan para bastante; como mínimo para leer bien las preguntas y hacer una estimación de dificultad, extensión y del peso que tienen en la calificación. A partir de ahí podemos tomar decisiones sobre qué pregunta responder primero, cuánto tiempo dedicar a cada una y cuáles son nuestras prioridades. Dedicar diez minutos a este ejercicio en vez de ponerse a escribir frenéticamente, ahorra tiempo y proporciona seguridad. Si hay preguntas de desarrollo, escríbete un pequeño guion esquemático de lo que quieres decir; cuando vuelvas a ocuparte de esa pregunta, el efecto de priming al leer el esquema te ayudará a ampliar el contenido.
Ayúdate. En muchas ocasiones le añadimos un plus de nerviosismo a una situación ya de por sí complicada como es hacer exámenes, por una mala gestión de la situación. Llegar al examen cinco minutos antes y corriendo, no descansar suficientemente el día anterior, no saber dónde está el aula en que haremos la prueba … todas estas cuestiones fáciles de resolver y que están en nuestra mano, pueden aumentar la sensación de descontrol si no las atendemos. Mejor ir con tiempo suficiente – sin pasarse – para explorar el terreno, sobre todo si es la primera vez que vamos, localizar los puntos clave (cafetería, lavabos, aulas, parking, transporte público). Prepara la prueba: busca exámenes anteriores o similares, experiencias de veteranos y en general, reúne toda la información posible.
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