La comunicación en la pareja: aprender a negociar
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No hay frase más tópica en el mundo de las relaciones que aquella de “la comunicación en la pareja es esencial”. A pesar de ser de uso común en conversaciones casuales, y de su evidente obviedad – es cierto que la comunicación en la pareja hace la vida más agradable -, en el terreno práctico sueles encontrarte en sesión a parejas que refieren pasar horas muertas discutiendo sin llegar a ninguna conclusión potable. Esto lleva a pensar que, más allá de la superficie, muchos de nosotros no sabemos sacarle partido a esto de intercambiar mensajes con nuestros seres queridos.
¿Por qué la comunicación en la pareja es tan difícil?
Como regla general, pasar más de un par de horas – hay quien supera las 4 o 5 de suplicio en promedio – discutiendo una situación cualquiera en pareja es señal de que la comunicación en la pareja no está funcionando bien. Lo más probable es que se trate de una repetición en bucle de posiciones fijas, con dos seres humanos intentando “tener razón” o tratando de “ser escuchados” mientras se defienden de la posición del otro. La mayoría de las veces la discusión repetitiva termina por agotamiento, pues suelen darse por la noche, cuando ambos están cansados – un factor a tener muy en cuenta, pues afecta a nuestra lucidez y claridad de ideas – y sin haber resuelto nada. Se suele estirar además por temor a “irse a dormir enfadados”, un escenario que mucha gente no es capaz de soportar. Y, sin embargo, cuando se consigue superar este miedo, la mitad de las discusiones del día anterior desaparecen por arte de magia: aplazar puede ser una buena estrategia para filtrar aquello que es en el fondo irrelevante, recuperar energías y verlo a la mañana siguiente desde otra perspectiva más despejada.
Para resumir, no es infrecuente que la mayoría de la comunicación en la pareja sea altamente inefectiva, y aunque muchos estaréis pensando que la solución es ser asertivo, esta aproximación es también parcial por superficial. Para poder practicar la asertividad – no confundir con asepsia, distanciamiento emocional o exceso de racionalidad -, primero tienen que darse una serie de condiciones.
El terreno de juego de la comunicación efectiva en pareja
Poder ser efectivo en cuanto a la expresión de pensamientos y necesidades auténticas requiere reconocer antes el terreno para lanzar mis rayos láser asertivos y dar en el blanco. No solo mi campo de juego – no es sencillo pararse a pensar qué es lo que realmente quiero y para qué -, sino también el ajeno.
La importancia de conocer a tu pareja para mejorar la comunicación
Aquí surgen preguntas imprescindibles: ¿conozco bien a mi pareja? ¿cuáles son sus principios básicos, aquello que es negociable y lo que no? ¿qué le afecta más, qué cosas le hacen saltar, con qué debo tener cuidado? ¿a qué es más receptivo/a? ¿cuál es su interés genuino en tal o cual discusión?
En una situación concreta puede que no lo sepa, pero cuando los psicólogos insistimos en cultivar la habilidad de escuchar, se trata de poder averiguar cuál es la naturaleza real del conflicto que afrontamos, los intereses de la otra parte y si son compatibles con los míos – quién no ha sufrido un episodio embarazoso en el que se ha puesto a la defensiva por algo en lo que en realidad estaba de acuerdo, por no atender lo que se le decía –.
Lo habitual es que, en cuanto la cosa se pone tensa, nos cerremos en banda y asumamos malas intenciones de partida (críticas hacia nosotros, mala voluntad, necesidad de imponerse …). Y así es imposible poner atención en lo que ocurre, pues la hemos invertido entera en defender nuestra posición hasta el último hombre y la última bala.
Cómo superar las primeras barreras emocionales en la comunicación en pareja
Es cierto que aguantar el tirón de nuestra primera impresión emocional es un arte del cual no siempre vamos a salir airosos: sentirse atacado, frustrado o que nos plantan un límite nunca deja indiferente. Que nos planten un NO implica una reacción corporal y recuerdos inmediatos del Vietnam que nos espera a partir del enfado (propio o de la pareja). Sin embargo, no siempre es indicador de un bloqueo completo: las negociaciones siempre comienzan por una negativa. Detrás de un desafío como este pueden esconderse decenas de motivaciones distintas. Un no puede ser una petición de tiempo, una desconfianza de la otra parte o un automatismo con el que necesitamos aprender a convivir. Perderle el miedo a recibir una negativa es esencial para una comunicación en la pareja eficaz en la que llegar a acuerdos.
La negociación en pareja significa entender
Cuando entramos en el diálogo con nuestra pareja, si hemos escuchado – y, por tanto, averiguado – cuáles son sus necesidades en la negociación, podemos buscar una forma alternativa de atenderlos que no lesione mis intereses – o al menos, en parte -. Este es un aspecto clave en la comunicación efectiva en la pareja. Por ejemplo, si se ha empeñado en irse de vacaciones a Tailandia y a mí no me apetece irme tan lejos, puedo explorar antes a qué se debe esta idea, qué significa para ella y qué quiere conseguir antes de ponerme a valorar las posibles opciones. De antemano no sé si es cuestión de vida o muerte o quizá haya alternativas factibles.
Además de ser asertivo, necesitamos dominar la escucha activa, pero para ello es imprescindible que aparque mi tendencia a pensar respuestas a sus posibles ataques mientras habla: si estoy ocupado fabricando estrategias de defensa, no estoy escuchando. Si trato de imponer mi posición, tampoco. De hecho, aplazar mi turno de réplica es una herramienta muy útil si puedo conseguir estar atento a lo que me dicen.
¿Cómo la negociación mejora la comunicación en la pareja?
Con la información correcta – la escucha activa no es solo poner la oreja, sino enviar muestras de que estoy siguiendo el hilo de la conversación -, la comunicación efectiva en la pareja y la negociación son muchísimo más fáciles. Comprendo la situación, puedo ver los puntos de fricción y también las compatibilidades. En definitiva, puedo buscar una solución que si no es armoniosa, al menos pueda satisfacer parcialmente a ambas partes, en vez de entrar en una lucha a muerte por imponer mi punto de vista. Esta actitud no solo no resuelve problemas, sino que resiente a mi pareja contra mí, aunque me dé la razón por callarme: el sí no siempre es señal de que todo va bien.
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