El Burn out o síndrome del quemado
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Hace ya muchas décadas que se definió y empezó a investigarse el llamado Burn Out o Síndrome del Quemado. Lo que vulgarmente se conoce por “estar quemado”. Se trata de una manera de denominar y caracterizar el estrés laboral crónico, que se ha extendido más adelante a otros ámbitos como pueda ser el académico o la maternidad, donde muchas personas experimentan los mismos síntomas derivados de una elevada exposición al estrés. Hoy en día se detecta en una triple vertiente que incluye las siguientes dimensiones:
Falta de energía. La persona que sufre burn out se encuentra más cansada de lo normal, con sensaciones de estar exhausta o agotada casi a diario. Termina los días prácticamente arrastrándose y los descansos de fin de semana – si los hay – no son suficientes para recuperar el tono y las fuerzas.
Distancia mental de la propia actividad, que incluye sentimientos negativos o cinismo. La relación con las tareas ha cambiado, ahora parecen sin propósito, absurdas, pesadas o vacías. Se pierde la fe en la utilidad de la labor que se desempeña.
Eficacia profesional reducida. Los problemas de memoria y la falta de concentración debida al desinterés y la decepción, hacen que la eficacia se reduzca. Los trabajadores quemados funcionan por debajo de su rendimiento óptimo, un efecto que ellos mismos perciben y que dispara pensamientos muy dañinos.
Cuando este desencanto es inducido a propósito por un agente externo, hablamos de mobbing laboral. Se trata de una forma más de maltrato, bastante difícil de detectar en la mayoría de las ocasiones en que ocurre, y que se tiende a camuflar metiéndola en el mismo saco que el síndrome del quemado. Sobrecargar a alguien con más tareas de las que puede hacerse cargo, o bien al contrario, vaciar de contenido el puesto y mantenerla ociosa durante las largas jornadas laborales, son las técnicas habituales para inducir este síndrome del quemado y conseguir que el objetivo abandone voluntariamente.
Fases del síndrome del quemado
Tras una etapa inicial de ilusión y dedicación al nuevo trabajo, aparece una fase de frustración del trabajador, ya sea por algún evento decepcionante – por ejemplo, no conseguir los resultados esperados, un trato injusto o una decisión arbitraria –, por la acumulación de estresores laborales o por una combinación de ambos. La discrepancia entre el esfuerzo dedicado y los resultados provocan una decepción que muchos describen como una especie de “clic” en su cabeza. Es crucial detectar cuándo ocurre, en muchísimos casos esta decepción pasa desapercibida entre mandos intermedios y responsables, se le resta importancia o ni siquiera se da una explicación suficiente – “son decisiones de la compañía” – ni se ofrece apoyo, soporte o compensación.
Esta desilusión puede ser con el puesto de trabajo, las funciones realizadas, la compañía o incluso con el sector de actividad, en función de las expectativas que tuviera la persona. Hay quienes persiguen con mucho ahínco dedicarse por ejemplo a la docencia, al derecho o la medicina y en contacto con el día a día de la profesión acaban dejándolo al no encajar con lo que esperaban. A partir de este momento, quien sufre el síndrome del quemado se distancia de su labor, y aparecen la negatividad y el cinismo. Muchos se limitan a realizar lo justo que se les demanda, al haber perdido la ilusión, e incluso intentan delegar o aplazar las tareas que más les desagradan, aparece absentismo y evitación de responsabilidades. Aquí es donde se les suele poner la marca de “desafectos” y se les comienza a señalar que tienen “problemas de actitud”. La adopción por parte de la empresa – o la escuela, o el entorno familiar – de una postura crítica o represiva solo profundiza y acelera el proceso de quemado.
Pero no es simplemente en la dimensión conductual donde se notan las consecuencias del burn out: emocionalmente hablando predomina un estado de indefensión y desesperanza – no te puedes “librar” del trabajo hasta que te jubiles o de tus hijos hasta que se emancipen, un pensamiento típico y descorazonador, el no poder “huir” o cambiar la situación -, apatía, pesimismo y por tanto irritabilidad. Es muy posible que también se combine con el consumo de alguna sustancia estimulante y/o adictiva como el café, el alcohol o las drogas.
Se suelen interiorizar también ideas muy dolorosas sobre la propia capacidad, se pierden ilusiones, sueños o metas que se consideran ya inalcanzables. La culpa y una posición nihilista – da igual todo – son sentimientos habituales en estos casos. Esta serie de síntomas emocionales, conductuales y cognitivos afectan al mapa de relaciones – fuente primaria de apoyo -, ya que la persona tiende a evitar el contacto con los suyos, y cuando lo tiene suelen ocurrir incidentes conflictivos: el estrés crónico deriva en un malhumor evidente.
Por último, también tiene una traslación fisiológica, ya que la generación de cortisol como respuesta al estrés se mantiene en el tiempo y es perjudicial para el organismo. A quienes sufren síndrome de Burn Out les diagnostican, más tarde o más temprano, alguna dolencia somática: migrañas y cefaleas, mareos, cansancio, bruxismo o insomnio son algunos clásicos.
Soluciones al síndrome del quemado
Durante mucho tiempo se puso el foco del tratamiento del síndrome del quemado en el trabajador que lo sufre: se pueden encontrar todavía millones de artículos donde hablan de reestructuraciones cognitivas, afrontamiento y demás. Pero siendo una exposición a un estrés crónico, la solución pasa por reducirlo o eliminarlo, lo que no siempre está en manos del trabajador. Un concepto muy sencillo, salvo que cuando la fuente de estrés es la organización, una pobre estructuración del trabajo, un dimensionamiento entre tareas y recursos disponibles demencial, abusos de poder, conflictos entre departamentos, solapamientos funcionales y demás desastres organizativos, ya puede el trabajador hacer diez cursos de mindfulness que seguirá con el síndrome del quemado a cuestas. De hecho, es probable que se agrave, ya que la inculpación por no estar sabiendo quitarse de encima algo de lo que se cree responsable está ahí. Una parte nada despreciable de empleados que se queman solo encuentran solución cambiando de trabajo, ya sea de puesto dentro de la misma empresa o emigrando en busca de pastos más verdes. La mayoría de ellos llevan a cuestas la mochila de decepción a la espalda, por lo que, si es posible, es recomendable parar a descansar y hacer una reflexión sobre los próximos pasos a seguir.
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