Estrés social y soledad: apagar el ruido
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Cada día recibimos decenas de mensajes que nos alientan a salir, vivir experiencias, ser extrovertidos y conectar con los demás: es bueno tener una sólida y densa red de amistades, una relación de calidad, un contacto familiar cercano … que además hay que cuidar, dedicándole tiempo y atención. Lo que pocos se acuerdan de mencionar es que todo este trajín de salidas, quedadas y eventos que implica socializar, cansa. El aparentemente simple hecho de mantener conversaciones puede resultar agotador, como cualquiera que se dedique a la atención al público puede certificar. La interacción social provoca fatiga y estrés: el estrés social existe, aunque pase desapercibido.
En el otro lado del espectro, también recibimos alertas sobre la soledad y sus peligros – que los tiene, obviamente -. Hay quien la etiqueta de epidemia, y desde luego, existe una clara tendencia hacia el aislamiento social, promovido por estilos de vida donde predominan las largas jornadas laborales, las obligaciones múltiples, el enclaustramiento en casa, la falta de espacios públicos para uso comunitario y la amplia oferta de ocio solitario. Los seres humanos buscamos el contacto con nuestros semejantes, y cuando lo deseamos, pero no lo tenemos, nos referimos a ello como soledad. Estos dos fenómenos, la soledad y el estrés social, están relacionados con el proceso de socialización, pero en muchos casos de una manera no evidente y que causa mucho malestar psicológico si no se comprende bien.
Estrés social y fatiga mental
Soledad y aislamiento deseado
No pocas personas aparecen en consulta preocupadas por notar estos síntomas de padecer estrés social, aunque casi ninguna lo identifica en un primer momento como tal. Su deseo de “quedarse tranquilamente en casa” les llena de angustia, por si fuera la antesala de un irreversible despeñamiento por el barranco de la soledad. Se sorprenden renunciando a una cena con los amigos porque prefieren sentarse en el sofá y ponerse una serie. Lo cual no tiene nada de malo en sí mismo, al contrario.
Pero aquí aparecen ciertos pensamientos recriminatorios muy populares y que generan mucho malestar: “deberías estar haciendo algo productivo en vez de estar aquí tirado”, “si sigues por ese camino vas a perder a tus amistades, seguro que se lo están pasando genial mientras tú estás en casa haciendo la rancia”, “los demás están todo el tiempo haciendo cosas interesantes y tú metido en tu cueva”, “cuando llegue el lunes y me pregunten qué he hecho el finde, no tengo nada que decirles” y una larga letanía de reproches que derivan también del ambiente que sostiene el estrés social. Redes sociales, conversaciones de cafetería, oferta de ocio … todo conspira para mantenernos en esa idea de que hay que estar muy atareados todo el tiempo haciendo algo.
Pararse, dedicarse unos días a leer, cuidar las plantas, pasear el perro, ver series o estar en chándal por casa son actividades mal vistas. Pero esenciales para descansar. Sobre todo, del exceso de interacciones sociales. Todos necesitamos en ocasiones que nos dejen solos y tranquilos, que no nos hable nadie, no ser molestados, dedicarnos un rato a estar con nosotros mismos, y si no queremos invertir ese tiempo en nada productivo, está bien. Rebajar el nivel de ruido a nuestro alrededor es una necesidad. No nos vamos a quedar ahí en bucle, porque una vez recuperadas las fuerzas, nos volverá a apetecer charlar con algún semejante. Pero si por alguna razón, decidiéramos quedarnos un tiempo en ese estado, tampoco sería un drama, salvo que nos sintiéramos mal por ello. La clave para diferenciar si estoy experimentando soledad o no es la sensación de incomodidad interna.
Tendemos a convertir esta tensión entre nuestra necesidad de contacto humano y la de disponer de privacidad en una lucha, como si hubiera una opción mejor que la otra. En realidad, ambas son imprescindibles, aunque resulten contrapuestas: el secreto está en saber identificar cuándo una pasa por delante de la otra y poder atenderlas sin regañarnos por las elecciones que hacemos. Si estoy estupendamente en casa, entonces no estamos hablando de soledad, sino de retiro y descanso, mientras que, si me apetece no parar por allá más que para dormir, es síntoma de que estoy a tope de energía. Cuando me lleguen las señales de estrés social, ya tomaré las medidas oportunas.
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