
El burnout o síndrome del quemado
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Una de las herramientas más conocidas y útiles para analizar dinámicas relacionales entre familiares, parejas o compañeros de trabajo es sin duda el conocido como Triángulo de Karpman o Triángulo dramático. Procede del Análisis Transaccional y es muy utilizado en terapia familiar y de pareja para explicar comportamientos conflictivos o disfuncionales en nuestras relaciones con otras personas. Karpman desarrolló este modelo en 1968 como complemento a la teoría de Eric Berne sobre la comunicación humana y sus patrones.
Berne etiquetó los conflictos, malentendidos o “dramas” (por usar el término de Karpman) que ocurrían en las relaciones personales como “Juegos Psicológicos”. Un juego aparece cuando dos – o más – personas se ven en dificultades para entablar un intercambio sano basado en la intimidad, la franqueza y la honestidad. Esta imposibilidad se debe a la aparición de creencias y patrones de aprendizaje perjudiciales que se ponen en marcha en ese momento, bloqueando o distorsionando una comunicación adecuada. Para Berne, el juego psicológico consiste en una secuencia estereotipada de acciones que derivan en un malestar emocional por ambas partes. La característica principal de un Juego Psicológico es que se repite, y además se pone en marcha de forma automática sin que la persona sea consciente de que lo está haciendo.
El esquema habitual del Juego Psicológico comienza con una “provocación” por parte de uno de los jugadores, al que el otro responde. Se sucede una secuencia de intercambios y en algún momento los papeles se giran y todos los participantes acaban molestos. Lo que el triángulo de Karpman introduce es una sistematización de estos papeles o roles en tres principales, extraídos de la experiencia de campo, la literatura o el teatro. En una interacción conflictiva, una persona puede colocarse en alguno de estos roles según el triángulo de Karpman.
Cuando adoptamos una posición crítica, recordándole a la persona lo que debería hacer, dónde se está equivocando y cuáles son los principios morales que deberían regir su conducta, estamos en posición de Perseguidor. Desde aquí, buscamos y señalamos los fallos, juzgamos y generalmente nos ponemos de mal humor a cambio de tener razón siempre.
El salvador es el que ayuda a los demás, siempre dispuesto a socorrer, botiquín en mano, a quienes crea que lo necesiten. En la posición de Salvador no hay preguntas sobre si el otro necesita ayuda, o si la ha pedido, se acude al rescate y punto. Desde esta posición, se está más pendiente de los demás que de uno mismo, y se tiende a pensar por los otros. El saldo del Salvador suele ser decepción y tristeza porque nadie le agradece sus esfuerzos no solicitados.
La persona colocada en Víctima, indefensa y vulnerable ante lo que le viene de fuera, busca atención de los demás mientras se siente maltratado por ellos, por el mundo, por quien haga falta. Desde una posición de impotencia, busca que alguien le rescate, pero como le gustaría que lo hicieran. La Víctima raras veces desea realmente salir de su posición, ya que obtiene el beneficio secundario de que le hagan caso.
Una apreciación muy importante respecto al Triángulo de Karpman es que estos roles dramáticos no están bien adaptados a la situación, en el sentido de que no se trata de víctimas, salvadores o perseguidores reales (y hay que saber distinguir muy bien esta diferencia), sino una manipulación inconsciente del contexto para conseguir alguna ventaja de esta posición. Es por eso que se usan las mayúsculas, para diferenciarlo de las posiciones auténticas. Otra característica de este triángulo es que no hay una comunicación libre entre cualquiera de los roles; el Salvador y el Perseguidor nunca interactúan entre ellos. En un Juego Psicológico uno de los papeles lo ocupa siempre la Víctima, incluso después de que la secuencia haya girado.
Para ver cómo funcionan los Juegos Psicológicos y el Triángulo Dramático de Karpman, lo mejor es seleccionar algún ejemplo de la vida cotidiana. Iniciado desde el Perseguidor, que busca una Víctima para fastidiarla, el conocido como “Dame una patada” es muy popular en ciertas rupturas sentimentales. Supongamos que deseo romper con mi pareja, pero la perspectiva de tener que afrontar esa conversación y colocarme en la situación de comunicar la mala noticia es tan desagradable y me genera tanta culpa, que adopto una actitud agresiva – o pasivo-agresiva – hacia ella. La ignoro, la desatiendo, le contesto mal … he entrado en Perseguidor hasta que obviamente se cansa y es la otra persona quien finalmente me deja. Aquí los roles se han girado, mi expareja adopta el papel de Perseguidor y yo paso a ser la Víctima. El saldo del Juego es que me voy a sentir triste y enfadado, como cualquiera que experimente abandono o rechazo, además de reforzar la idea de que no estoy bien (soy yo quien quería romper). Ella también – ha sido injustamente perseguida y además se ha visto forzada a hacer algo que en el fondo no deseaba -, pero a cambio obtengo el beneficio que buscaba (no sentir culpa).
No siempre se inician desde Perseguidor, los más habituales se inician desde la Víctima, como el “Sí, pero …”, donde tratamos de enganchar a un Salvador que nos ayude con un problema que consideramos irresoluble. Todos los esfuerzos del otro por proponer soluciones van a ser irremediablemente descartados con un “Sí, pero …” detrás de otro, hasta que se enfade con nosotros. El Salvador pasa a ser Perseguidor, y también Víctima (“la gente es una desagradecida”, “encima que intento ayudar”), y nosotros acabamos persiguiendo (“no me digas lo que tengo que hacer, como si fuera tan fácil …”) y sintiéndonos incomprendidos y desgraciados. Los “siperistas” logran, sin darse cuenta, elevados niveles de frustración en sus presas.
Desmontar un Juego pasa en primer lugar por tomar conciencia de que lo estamos jugando – cosa que no es tan sencilla, en muchas ocasiones implica terapia -. A partir de ahí, no se trata de eliminar los roles, sino de buscar una adaptación sana a las situaciones. Por ejemplo, el Perseguidor puede convertirse en una actitud muy útil para enseñar normas y procedimientos, o señalar límites desde la asertividad cuando tiene en cuenta los sentimientos de los demás en sus críticas. El Salvador, cuando escucha las necesidades y peticiones ajenas – que no tienen por qué coincidir con su análisis de la cuestión – se convierte en un proveedor de ayuda responsable más empático. La Víctima necesita un proceso de adquisición y reconocimiento de habilidades propias para hacerse cargo de sus propios problemas, aceptar sus vulnerabilidades y progresar hacia la autonomía.
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