Compasión: Guía de Uso

Cuando a los terapeutas nos preguntan por herramientas – y no hay ninguno que se haya librado de ello -, se espera que ofrezcas una fórmula mágica que alivie malestares al instante, pero cuando comentas que vamos a trabajar con la compasión, pocas personas son realmente conscientes de que es una de las más potentes a la hora de resolver problemas psicológicos.
¿Qué es la compasión?
La compasión es un sentimiento que reconocemos muy fácilmente cuando se da hacia otras personas: relacionada con la empatía, que es el punto de partida, nos mueve hacia una acción reparadora para ayudar a alguien que lo está pasando mal. Compadecerse, por extraño que pudiera parecer, no está necesariamente ligado a una posición de superioridad – asociarlo con ello es un uso perverso del concepto -, sino más igualitaria. Si no soy sensible a los padecimientos de mis semejantes, es imposible que aparezca la solidaridad necesaria para estructurar una sociedad sana: la cooperación y la prestación de ayuda mutua son al mismo tiempo las bases y las necesidades de una experiencia de vida satisfactoria. Hay quien quiere ver en esto un síntoma de debilidad o de santurronería, pero no sé qué tiene de admirable la incapacidad de apenarse por la desgracia de otras personas. Más que nada porque está muy ligado a considerarlas inferiores.
Autocompasión
En líneas generales, la historia cambia bastante cuando el objeto de una desgracia o quien está pasando apuros soy yo. Solemos ser mucho más exigentes a la hora de valorar los procesos que nos han llevado a sufrir contratiempos, y nuestra implicación en el asunto. Muchas personas sienten la tentación de flagelarse cuando el resultado de lo que habían planeado no ha salido como esperaban, buscando en un pasado alternativo una manera “correcta” de obtenerlo. Ni siquiera se paran a pensar que es posible que lo que habían anticipado fuera imposible de alcanzar o excediera sus posibilidades. Incluso si así fuera, el hecho incontestable es que no hemos podido detener el fallo, error, fracaso, pérdida, lo que sea que nos coloca en posición de vulnerabilidad.
El castigo interno tras el error
Tanto da que nos estemos refiriendo a situaciones que nos vienen dadas y ante las que solo nos queda reaccionar de la mejor manera que sepamos. Siempre podemos seguir torturándonos con un “tendría que haberlo previsto” (hay mucha gente que se presta de forma entusiasta y voluntaria a esta tarea de autodemolición con comentarios del tipo “pero hombre, ¿cómo no se te ha ocurrido que podías hacer tal o cual cosa?”, el oficio de capitán a posteriori es muy popular), añadiendo una dimensión de maltrato al daño ya recibido. En realidad, hay infinidad de variables implicadas en aquello que nos afecta que están fuera de nuestro control. Pero la prueba está al alcance de cualquiera: ¿qué te dices cuando algo no te sale, te frustras o te equivocas? ¿Y cuando te ha pasado algo malo? Si puedes hacerte esta pregunta sin carga negativa, descubrirás cuáles son tus peores miedos sobre ti.
Si tiendes a atribuirlo a tu propia incapacidad, a creer que la responsabilidad es tuya de alguna manera y a pensar que se debe a algo que has hecho o dejado de hacer, necesitas aprender a administrarte una dosis de compasión. Lo que se suele encontrar en terapia son personas preocupadas además por “no querer dar pena”, lo cual es inevitable y además no depende de ellas, sino de la empatía de los demás. A la que paradójicamente hay quien le tiene miedo, aunque la pueda desear o reclamar. En realidad, ese miedo está relacionado con aparecer como débil a los ojos de otros, y tiene que ver con esa aura de invulnerabilidad que nos han hecho creer que es lo deseable.
Cómo te hablas a ti mismo importa
Otro síntoma preocupante lo podemos encontrar en cómo habla la persona de su yo del pasado. ¿Se tacha de ignorante o estúpida cuando era más joven? ¿De lo poco que sabía y los muchos errores cometidos, sin los cuales su vida sería sin duda mucho más placentera? Si es así, es muy posible que estemos ante alguien que se juzga de forma cruel y despiadada. El primer paso para abandonar la costumbre de hacer sangre de nosotros es comenzar por usar la amabilidad a la hora de reflexionar sobre lo que nos ocurre.
La consideración positiva, o al menos neutra, que tenemos con otros, aplicarla al propio examen. ¿Cómo si no podemos alcanzar una conclusión valiosa? Cuando estoy triste, o me siento apenado por algún contratiempo, ¿qué podría hacer para ayudarme? ¿qué necesito primero? Si no soy capaz de imaginarlo, puedo pensar en alguna situación donde haya prestado ayuda a alguien. La misma benevolencia que le aplico a un desconocido, del cual no pienso de entrada nada negativo – y si lo hago, igual tengo otro tipo de problemática -, la compasión que me inspira alguien desvalido o en posición de sufrimiento, ¿a dónde me suele llevar? Solo a partir de tratarme como un ser humano digno puedo comenzar a analizar qué ha pasado.
Compasión no es autoindulgencia
Hay quien cree que empezar por tratarse con amabilidad es un camino hacia minimizar los errores propios, dejar de hacer autocrítica o echar la culpa al empedrado. Aunque es un planteamiento comprensible, la compasión no tiene por qué llevarnos a “aflojar”, a dejarnos ir por la vía de la complacencia y volvernos “vagos” o “débiles” (que es el miedo de fondo en esta línea de pensamiento). Si mi compañero de trabajo no tiene forma de volver a casa en transporte público, un día que salimos tarde de la oficina, ¿voy a pensar que es frágil, o que es un inútil por no preverlo, o me ofreceré a llevarle en mi coche? ¿lo aceptaría si lo hicieran por mí? Considerar al otro un igual es la base de la compasión. Si no me veo igual a los demás, cuidado. El simple hecho de que me preocupe volverme excesivamente dejado por tratarme con amabilidad ya indica que es muy difícil que tal cosa ocurra.
La compasión sirve precisamente para que el exceso de autocrítica no nos impida aprender de lo que nos va pasando, distorsione nuestra capacidad de reflexión, nos lleve a omitir aspectos importantes (como delimitar responsabilidades, atender a aspectos imprevistos, valorar qué se nos ha pasado por alto si es que lo hay, etc.…) y, sobre todo, a contener el sufrimiento dentro de lo razonable, porque YA estamos sufriendo. No hace falta subir el volumen del malestar artificialmente.
Aceptación
Por último, en el ejercicio de la autocompasión hay otro elemento central como es la aceptación, en varias dimensiones. La primera, aceptar que somos falibles, vulnerables y que tenemos limitaciones (no adivinamos el futuro, no leemos el pensamiento, hay habilidades que se nos dan regulinchi y otras de las que no nos habíamos ocupado o ni nos habían interesado…). La segunda, que hemos recibido daño. Que quizá hemos sido víctimas de algo, aunque sea un ratito solo. Que fallamos. Y que las cosas han ido así y no de otra manera: para poder mirar al futuro, aprender de lo vivido, o simplemente considerar que era inevitable y que tampoco hay nada que sacar de provecho de una desgracia, es necesario renunciar a volver una y otra vez a la “escena del crimen” para jugar a cambiar el pasado o el futuro. Pero para eso, primero hay que atender el dolor emocional, que está ahí por motivos evidentes, no quitárnoslo de encima como si fuera un cuerpo extraño.
💬 ¿Te cuesta tratarte con amabilidad cuando las cosas no salen como esperabas?
Como psicólogos en Barcelona estamos aquí para ayudarte a descubrir cómo la autocompasión puede transformar tu vida.
📞 Contacta conmigo y empecemos este proceso juntos.
Artículos relacionados

Desconexión digital: cómo incorporarla a tu vida
La compasión es una actitud imprescindible para afrontar situaciones difíciles en la vida sin venirnos abajo ni hacernos más daño del necesario.

Ansiedad y estrés: estilos de vida insanos
Cuando nos hablan de comunicación en la pareja, en pocas ocasiones nos indican cómo hacer que sea efectiva y aprender a negociar con conflictos

La comunicación en la pareja: aprender a negociar
Cuando nos hablan de comunicación en la pareja, en pocas ocasiones nos indican cómo hacer que sea efectiva y aprender a negociar con conflictos